Reflexión No.6

Reflexión No.6

Amor a Jesús y a su Evangelio

19. Marcelino enseñó a los primeros hermanos: Dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar, ése es el fin de vuestra vocación y el fin del Instituto. Si no trabajáramos en ello, nuestra congregación sería inútil. 25 Con estas palabras, el fundador expresaba su convicción de la centralidad de Jesús en nuestra vida y misión, una convicción creciente para los maristas de hoy.

20. Jesús es para nosotros el rostro humano de Dios. Los maristas tenemos tres lugares preferidos en los que Jesús nos revela a Dios de un modo privilegiado.

21. En Belén encontramos la inocencia, sencillez, dulzura e incluso debilidad de un Dios que es capaz de conmover los corazones más duros… No hay espacio para el temor ante un Dios que se ha hecho niño. Descubrimos a un Dios que ha plantado su tienda en medio de nosotros, y al que llamamos “hermano”.

22. Al pie de la Cruz nos quedamos sobrecogidos ante un Dios que nos ama sin reservas. Allí le encontramos compartiendo el sufrimiento físico y psicológico, la traición, el abandono y la violencia de los hombres y transformando esas experiencias. De esa manera entramos en el misterio del sufrimiento redentor y aprendemos la humilde fidelidad en el amor. Cristo crucificado es el signo y la más profunda expresión de un Dios que es amor.

23. En el Altar, en la Eucaristía, encontramos un lugar privilegiado para entrar en comunión con el Cuerpo de Cristo, unirnos a todos los miembros que lo componen y profundizar en nuestra relación con Jesús y su presencia en nuestras vidas. La celebración de la Eucaristía y la oración ante el Santísimo Sacramento eran intensas experiencias de Dios para Marcelino. Vivir la Eucaristía, fuente y cima de la vida cristiana, nos lleva al centro de la vida espiritual del marista.

24. Estos lugares preferidos, donde hallamos el amor de Jesús, son también espacios de encuentro con los pobres. En el Pesebre nos sensibilizamos con las situaciones de pobreza y fragilidad de los niños y jóvenes, especialmente los menos favorecidos. En la Cruz, nos asociamos con aquellos que se ven afectados por el fracaso y el sufrimiento, y con los que luchan por el pan, la justicia y la paz. En el Altar, entramos en comunión con el amor de Jesús, que nos conduce a una relación profunda con los pobres. Vamos hacia ellos y ellos se convierten en verdaderos amigos y hermanos nuestros. Abrimos nuestras casas a los pobres y compartimos con ellos nuestra presencia, tiempo y recursos.

Evangelio para la semana
Mateo 6:1-6, 16-18

«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga.

Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. «Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. «Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Jesús nos invita a:
Vivir este tiempo de cuaresma que comenzamos este miércoles de ceniza, poniendo en práctica 4 grandes valores que nos ayudarán a caminar con sentido por el sendero de la vida:
1. Dedicar tiempo a la oración para pedirle al Señor que nos dé confianza en su palabra y nos dejemos orientar por su mensaje de salvación.
2. Que el ayuno y la penitencia propios de la cuaresma tengan el significado de privarnos de algún alimento que sirva para compartirlo con los demás.
3. La conversión y el cambio de vida sean instrumentos que nos ayuden a corregir algún defecto personal y sustituirlo por cualidades que nos permitan ser mejores personas.
4. La cuaresma es compromiso con los más necesitados. Busquemos de qué manera podemos ayudar a alguna persona que esté pasando por dificultades.

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