Reflexión No.14

SOMOS FAMILIA MARISTA

Reflexiones para vivir con esperanza

57. Todas las personas y acontecimientos de la vida nos brindan la oportunidad de encontrar a Dios misericordioso. Tal vez hallamos a Dios más cerca cuando nos sentimos vulnerables y lastimados o cuando mantenemos nuestra palabra a pesar de lo que nos pueda costar. Cuando damos gracias por el don de la vida, cuando sanamos nuestras relaciones, cuando ofrecemos y recibimos perdón, cuando celebramos la Eucaristía y compartimos la Palabra, todos esos momentos pueden ser un tiempo de gracia para encontrar y conocer a Dios.
58. Al vivir esos momentos con plenitud descubrimos nuestra verdadera humanidad y la hondura de nuestra relación con Dios. Cuando experimentamos esta relación llegamos a conocer nuestra identidad de hijos e hijas de Dios, hermanos y hermanas en la vida.
59. Nuestra verdadera identidad es un regalo que recibimos en forma de una invitación, una llamada, una vocación* que se nos revela. Es la acción de Dios en nosotros.46 El itinerario vocacional de Marcelino está marcado por interrogantes y dudas. Su peregrinación a La Louvesc* constituye un tiempo de oración y discernimiento.47 Marcelino experimenta la búsqueda de identidad y de crecimiento humano como un tiempo de gracia.
60. Dios elige a algunos hombres y los llama individualmente para llevarlos al desierto y hablarles al corazón… Mediante su Espíritu, los convierte constantemente y acrecienta en ellos el amor para encomendarles una misión.48 Cuanto más llegamos a conocer a Dios, más comprendemos el profundo significado de nuestras vidas. Nos hacemos más conscientes de que somos parte del proyecto que Dios tiene para el mundo.

Evangelio del domingo

Lectura del santo evangelio según san Juan (21,1-19):

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar.»
Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo.»
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?»
Ellos contestaron: «No.»
Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.»
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: «Es el Señor.»
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger.»
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice: «Vamos, almorzad.»
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.
Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?»
Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice: «Apacienta mis corderos.»
Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Él le dice: «Pastorea mis ovejas.»
Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.» Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió: «Sígueme.»

Palabra del Señor

Para la reflexión

Jesús resucitado viene a nuestro encuentro, como fue al encuentro de los discípulos que estaban en el lago desanimados y tristes. ¿Alguna vez me he sentido desanimado y he pensado que no vale la pena ser cristiano ni esforzarse en amar y en perdonar a todos?

¿confiamos nosotros en Jesús y creemos en su mensaje o también somos personas que nos sentimos derrotadas ante la primera dificultad?

Dios nos invita a poner nuestra vida en manos del Señor de la vida. Confiemos siempre en que Jesús camina con nosotros y está dispuesto a ayudarnos.

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